Luego de un largo fin de semana, varios cigarrillos y algunas reflexiones rondando por mi cabeza, me puse a escribir. Sobre cosas que nos pasan. Sobre situaciones que todas hemos atravesado. Sea este un espacio para tratar de tomar con humor y un poco de ironía algunas situaciones dolorosas. No se si podré evitar el tinte feminista, pero al menos lo intentaré. Que lo disfruten. Si les gusta recomiendelo a sus amigos/as, si no les gusta a sus enemigos/as.

14 ene 2010

Los cuentos de princesas y príncipes no tan valientes

Hoy en Facebook probé una aplicación nueva: "qué princesa sos?". Luego de responder una serie de preguntas, el resultado fue: sos Cenicienta. ¿? Ah! menos mal, esto ha despejado todas mis dudas existenciales.
Gracias a esto, y mientras hacía las compras en el super, me puse a pensar... qué tema este de las princesas y los príncipes azules.
Recordé los cuentos de la infancia. Me vinieron a la memoria algunos cumpleaños en las casas de mis amiguitas, cuando con el proyector nos pasaban las peliculas de Disney.
Cómo soñábamos ser una de esas princesas!; con sus amplios vestidos (que bien vendrían ahora para disimular el traste), sus peinados impecables (encima rubias y morochas naturales, ni una raíz, ni una cana), su piel de porcelana (ni exfoliándome una semana seguida lograría tenerla así).
Todas las historias se desarrollaban con el mismo  formato: etapa 1: la princesa sufre, es pobre y seguramente alguien la trata mal, etapa 2: conoce al príncipe que inmediatamente se enamora de ella y etapa 3: el príncipe valiente la rescata de todas sus desgracias y son felices por siempre.
Estas inmaculadas y vírgenes (por supuesto) muchachas, de repente ven su vida solucionada (y sus problemas económicos también) cuando el muchacho fornido, bello, galante y de delicados ademanes (hoy diríamos "rarito") la lleva a su castillo a comer perdices (yo prefiero un buen lomo a la pimienta).
Tan sólo con repasar las historias de Blancanieves, Cenicienta y La bella durmiente, podemos ver cómo desde chiquitas, ya empezábamos a ver la realidad distorsionada, gracias a estos cuentitos. Claro, éramos pequeñas, y no teníamos el análisis crítico de un adulto. Soñábamos con que nos pasara lo mismo. Teníamos la ilusión de que allí, en el mundo, había un príncipe valiente y muy pero muy azul para nosotras.
Pero, adentrémonos un poco en estas historias. Comencemos con Blancanieves. A ver... qué le pasaba a esta chica! Yo prefiero vivir amenazada de muerte por una reina mala onda y envidiosa que con SIETE enanos!.
Esta muchachita, no estaba bien de la cabeza!. A quién se le ocurre convivir con 7 hombres que laburan todo el día, en una casita de 2 x 2 y con un solo baño!. Encima, si hacemos una detenida observación de la película en cuestión, podemos apreciar que la casa siempre estaba llena de animales. Qué tufo que debe haber tenido! Para colmo, en medio del bosque! Supongo que tabletas de Fuyi no había, menos que menos Off o Raid. Qué calidad de vida es esa!. Dios mío, Blancanieves ¿en qué estabas pensando?. Y, seamos sinceros, era medio pelotuda. Venir a comerse una manzana que le ofrece una extraña!. Así y todo, ella vivía chocha.
Al final, viene el príncipe, le da un beso cuando la están velando (hay que tener ganas de besar un fiambre a ver si se despierta) y listo el pollo: se sube al caballo, manda a la mierda a los enanos (qué cabrona!) y se va a vivir con su chico por siempre feliz. Ahhhh...... 
Pero no nos detengamos, sigamos analizando, ahora a Cenicienta. Pobre mina, la verdad. la hacian limpiar todo el día (ese era su gran sufrimiento?). En este punto, cabe destacar que actualmente somos todas medio Cenicientas.
Hoy por ejemplo, vi el despliegue de "cenicientismo" a full. Me detuve unos segundos en las góndolas de los artículos de limpieza y  observé con qué felicidad, con qué afán, compramos chochas el jabón de lavar con los oxy no se qué, el último líquido para piso con olor a "espíritu jóven" (no sabía que el espíritu tenía olor! bueh, para curt cobain si, pero eso es otro cantar, valga la redudancia), el limpiador de cocina de pomelo, y la canastita del inodoro con forma de florcita (ja! como si al culo le importara). Es que en la actualidad todas nos hemos convertido un poco en Cenicientas, mucho laburo, limpiar la casa y poca joda. La diferencia es que esta pobre chica no contaba con los productos que hoy encontramos en cualquier supermarché. No, no, lo de ella era más artesanal: agua y jabón. 
Ahora, yo he fregado y fregado en mi casa, pero no se me aparece niguna hada madrina! (menos que menos el bombón de Mr Musculo). Por ahí no uso los productos adecuados. 
Otro tema que llama la atención es el calzado que utilizaba esta chica. Sólo le entraban a ella! Los habrá conseguido en Dr. Scholl? Hay que tener el pie muy deformado para que tus zapatos no los pueda usar nadie más!. Y así, gracias a un zapato de mierrrrda, el príncipe la rescata de su desgracia, se la lleva al castillo y comen perdices (otra vez las perdices. Por qué no una buena parrillada! o un lomo del Barloa)  
Por último, pero no menos pelotuda: la bella durmiente.... ah, esta es la más huevona de todas!. Decime vos! andar metiendo la mano donde no debe!. Qué se joda!. La tipa se la pasa apolillando durante años hasta que viene el príncipe, y bancándose el puma de la mina que durante décadas no se ha lavado los dientes, la besa y ¡pumba! se despierta, fresquita, peinadita, sin una sola lagaña y se va con él.
Yo me pregunto: si bien, hoy somos adultas y maduras (¿?) ¿por qué seguimos esperando al principe azul? Acaso queda un resabio de ese sueño inocente e infantil de que sólo un príncipe bleu nos puede rescatar de nuestras desgracias? Además, alguna vez ¿nos hemos planteado por qué las películas de Disney siempre terminan allí, justo cuando él se la lleva a su castillo?
He aquí la respuesta: porque nadie se come que el cuento de hadas continúa una vez que el bello muchacho y la delicada princesa inician su convivencia!. No, no ,no, a partir de ese momento deja de ser un cuentito de Disney, y la historia pasa a ser jurisidicción de los hermanos Cohen, de Alex de la Iglesia o de Woody Allen. Sólo directores de esa talla se animan a mostrar lo que realmente les pasa a la princesa y su galán.
Y es que esas historias, que empiezan, cuando el cuentito de hadas se termina, son el desafío.  Es ahí cuando a la hora de los bifes se debe dejar el vegetarianismo, no hay enanos, hada madrina, ni siquiera un puto gnomo que te ayude. Es allí, justo allí, donde la princesa y el príncipe, dejan de lado sus grados honoríficos y sólo les queda ser valientes.

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