Luego de un largo fin de semana, varios cigarrillos y algunas reflexiones rondando por mi cabeza, me puse a escribir. Sobre cosas que nos pasan. Sobre situaciones que todas hemos atravesado. Sea este un espacio para tratar de tomar con humor y un poco de ironía algunas situaciones dolorosas. No se si podré evitar el tinte feminista, pero al menos lo intentaré. Que lo disfruten. Si les gusta recomiendelo a sus amigos/as, si no les gusta a sus enemigos/as.

27 dic 2009

Etapa Nº 2: Yo? Naaaaaa........

Hasta no hace poco la furia, la ira, el enojo y la desesperación, nos había invadido por completo. Y no era para menos! Ese tirano, vividor, vago y mal tipo nos dejó, llorando como locas, haciendo lo imposible por seguir adelante, tratando de todas formas de recuperarlo. Hasta que los kilos de más y el excesivo derroche de energía nos hicieron parar la pelota: entonces… comenzó el duelo. Y digo bien: duelo, porque duele... y mucho. Pero de todos modos ( y ya lo entenderás más adelante) se trata de un duelo a medias, una especie de duelo victimizado.
A todo esto, hemos llegado ya al punto de la deshidratación, y no es por los calorcitos de diciembre de este cruel veranito mendocino, sino por la cantidad de agua salada despedida por nuestros lagrimales. Si, esos llantos desgarradores, sobretodo, los que se producen luego de las 19 hs. Hora fatal, cuando empieza a irse don febo (diría Ricardito Mur). No hay “clona” que nos salve. Hablo de esos llantos que nos dejan los ojos como si descendiéramos de los Simpson y no del mono. Ese que nos deja la jeta como la de Piñón fijo. La puta madre! No se deshinchan ni con manzanilla, ni con hielo. Y con esa carita mi vida hay que salir al otro día a la calle, a jugar el rol de dama de hierro. O por lo menos en mi profesión funciona así.
Pero, como mujeres maduras y serenas que somos… JA!... trataremos de enfrentar esta etapa con el mayor estoicismo posible, con la mejor de las dignidades… aunque no la tengamos, ya que ese atorrante nos la quitó todita todita.
Llegado este punto, por suerte Telefónica dejó de llevarse la mitad de tu sueldo y el gremio numeroso de mujeres empáticas, perdió una gran cantidad de adeptas y solo quedan las de siempre, las de fierro, las del alma: o sea tu vieja y una o dos amigas. Las que realmente te bancan. El resto se puso de novia y se cambió de bando. Ya van a volver.
Tu traste siguió creciendo, ah… pero empezaste con la ensaladita y la gaseosa light, aunque no le aflojaste al chocolate. Seguiste con el terapeuta, que ahora que te ve un poquito mejor, no duda en hacerte meter los dedos en el ventilador. Que hijo de su madre, le pagás todas las semanas para que te diga que has sido una pelotuda.
En este tiempo también incursionaste en la literatura barata: te leíste todos los libros de autoayuda que encontraste, sobretodo los infaltables: “El camino de las lágrimas”, “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”, “Más Platón y menos Prozac”, “Amarse con los ojos abiertos”… entre otros. Y gastaste tu aguinaldo de diciembre en brujas y videntes.... pero al final ninguna te dijo lo que vos querías oir: que él iba a cambiar, que iba a volver a vos luego de hacerse una especie de lobotomía mágica y por fin iba a hacerte feliz.
Por supuesto que te enojaste con Dios y todo su staff. Pareciera que por allá arriba la burocracia es escandalosa, peor que la de la AFIP, o la de la DGR. Sentís que las respuestas no llegan. Que las señales no están.
En fin, iniciaste un camino sin retorno, interminable, duro, en búsqueda de respuestas, que por supuesto vas a encontrar, pero muuuuuucho más adelante. Y es en este punto que comenzamos a adentrarnos en la segunda etapa: la del yo no fui.
Es la etapa en la que la única explicación que podemos encontrar a nuestra triste situación es que ÉL y sólo ÉL se equivocó. Nos sentimos como unas pobres víctimas de ese cabrón (ojo, en algunos casos puede que sea así) En poco tiempo desarrollamos una gran habilidad, esto es, logramos hacer un perfil psicológico de sus actitudes, interpretamos minuciosamente cada una de sus palabras, de sus gestos hasta de sus silencios. De repente, como si un rayo de de luz nos hubiese partido la cabeza, la mirada se vuelve unidimensional: toda la culpa la tiene EL. Esa misma luz pareciera haber llenado nuestro cerebro de una gran sabiduría mezcla de zen y freudiana gracias a la cual hacemos una excelente interpretación de los que dijo, de lo que hizo, de lo que le pasó en la vida, de su comportamiento de los últimos tiempos y el cuento nos cierra con moño y todo: El tiene la culpa. Yo? Naaaaa……
Esta nueva interpretación de la realidad es fuertemente rebatida por tu terapeuta (otra vez este hijo de puta que me hace responsable de las cosas) y apoyada por las chicas del gremio. Ah! Cuánto más alentador! Por ahora, entonces, pareciera que tengo razón. Si las chicas lo dicen… Continuará….

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